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Las sombras de la ciudad: Una mirada profunda a los indigentes en la ciudad El Alto

  • Foto del escritor: Maribel Vino
    Maribel Vino
  • 26 nov 2024
  • 4 Min. de lectura

Por: Ivan Saavedra Choque

Maribel Barra Vino

Jade Loida Oblitas

Maycol Apaza Pillco

Gabriela cristal tambillo huaynoca

Jhonatan Condori Villcacute

El Alto, 26 nov. (Noticias con altura)

En las sombras de la ciudad

La ciudad de El Alto, con sus calles bulliciosas y su dinamismo constante, esconden realidades que pocos se detienen a observar. Entre los reflejos de las luces nocturnas y el eco del tráfico urbano, se desdibujan las siluetas de cientos de personas que llaman hogar a las esquinas, los parques y las banquetas. Son los indigentes, hombres, mujeres y niños que viven al margen de la sociedad, olvidados por muchos y condenados a una vida de constante lucha.

Pero, ¿qué opinan los ciudadanos de esta realidad? ¿Cómo afrontan las autoridades este desafío? Y lo más importante: ¿existe esperanza para aquellos que han perdido casi todo?

Entre prejuicios y compasión: Voces de la comunidad

Para algunos, los indigentes son una parte incómoda del paisaje urbano, un recordatorio del fracaso de las políticas sociales y de las desigualdades profundas que marcan al país. Para otros, son víctimas de un sistema que los dejó atrás, merecedores de apoyo y empatía.

“Ellos están ahí porque quieren. Hay trabajo, pero prefieren pedir limosna,” dice con frialdad don Mario Quispe, un comerciante del mercado pacajes caluyo “A veces hasta nos agreden si no les damos dinero.”

Sin embargo, no todos comparten este punto de vista. “Es imposible no sentir pena al verlos,” comenta Julia Mamani, vecina de la zona 1ro de mayo. “Hay niños que duermen en la calle, mujeres embarazadas… ¿Qué tipo de sociedad somos si no hacemos nada por ellos?”

En El Alto, las opiniones son igual de diversas. “Ellos son parte de nuestra realidad. La mayoría viene del campo porque allá no hay oportunidades,” explica Pedro Quispe, conductor de minibús en la Ceja. “No deberían estar en la calle, pero ¿quién los ayuda? Ni el gobierno, ni nosotros.”

Historias que estremecen

Entre las voces de los ciudadanos, destacan las historias de quienes viven esta realidad en carne propia. En un rincón de Rios Seco, un anciano conocido como Don Esteban se acurruca con su viejo poncho. A sus 67 años, su hogar es un pedazo de cartón.

“Antes trabajaba en la construcción, pero un accidente me dejó inválido,” cuenta con la voz quebrada. “Mis hijos me dejaron. Ahora sobrevivo con lo que la gente me da. A veces paso días sin comer.”

Más arriba, en la Ceja de El Alto, la joven Andrea, de apenas 19 años, sostiene a su bebé en brazos. “Escapé de mi casa porque mi padrastro me golpeaba. Aquí tampoco es seguro, pero al menos no tengo miedo de dormir.”

Ambos casos son apenas una muestra de las múltiples razones que llevan a las personas a vivir en la calle: violencia doméstica, desempleo, enfermedades mentales o adicciones. Cada historia tiene un origen distinto, pero todas comparten una constante: el abandono de una sociedad que no supo incluirlos.

Un impacto visible, un problema complejo

La presencia de indigentes no solo afecta la vida de quienes habitan las calles, sino también la dinámica de las ciudades. En las zonas más concurridas, como la Ceja, Rio Seco, Alto Lima, y 1ro de mayo es común ver a grupos de personas pidiendo dinero, buscando comida en la basura o simplemente intentando resguardarse del frío.

Este panorama genera sentimientos encontrados entre los habitantes. “Es cierto que algunos indigentes son agresivos, pero eso no significa que todos lo sean,” comenta Martha Chura, comerciante en la zona Villa Dolores. “El problema es que no hay control. Ni la policía ni nadie los ayuda o los controla.”

A pesar de los esfuerzos de algunas instituciones, los recursos son insuficientes. El albergue temporal “Multifuncional Heriberto Gutiérrez” en El Alto atiende a unas 50 personas por noche, pero no puede cubrir la demanda de cientos que duermen a la intemperie.

En La Paz, el municipio lanzó una campaña de asistencia en invierno que incluyó distribución de frazadas y alimentos. Sin embargo, estos esfuerzos no abordan las raíces del problema. “Es como poner un curita en una herida profunda.

¿Qué podemos hacer como sociedad?

Frente a esta realidad, las propuestas para mitigar el problema de la indigencia incluyen:

1. Programas de reinserción laboral: Ofrecer capacitaciones y empleos temporales para ayudar a los indigentes a recuperar su autonomía.

2. Apoyo en salud mental: Muchas personas en situación de calle padecen trastornos psicológicos no tratados. La creación de centros especializados podría marcar una gran diferencia.

3. Albergues permanentes: En lugar de refugios temporales, se necesitan espacios donde los indigentes puedan reconstruir sus vidas.

4. Educación comunitaria: Fomentar la empatía y la acción solidaria entre los ciudadanos.

La esperanza entre las sombras

A pesar de las dificultades, existen iniciativas esperanzadoras.

Un llamado a la acción la indigencia no es solo un problema social; es un reflejo de nuestras fallas como comunidad. Resolverlo requiere empatía, compromiso y un cambio de mentalidad.

La pregunta no es qué pueden hacer ellos para salir de la calle, sino qué podemos hacer nosotros para no dejarlos atrás. Porque, al final, las sombras de la ciudad también son parte de nosotros.

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