ConCiencia Política

¿Y EL DÓLAR PA’ CUANDO?

Hugo David Vedia Frías

La escasez de dólares en Bolivia ha dejado, especialmente, a El Alto atrapado en una espiral de incertidumbre y desconfianza. Esta ciudad, un pilar comercial y un punto neurálgico para el intercambio económico, enfrenta un panorama desolador que refleja las profundas fisuras en la economía nacional. La falta de acceso a la moneda estadounidense desata una crisis que afecta no solo a los comerciantes, sino a cada uno de los hogares alteños que ahora lidian con precios en constante aumento y una oferta de productos cada vez más escasa.

Los comerciantes, quienes alguna vez pudieron operar con cierta estabilidad, se ven forzados a recurrir a un mercado informal que extorsiona con precios exorbitantes por dólares que escasean. Esta situación no solo recorta sus márgenes de ganancia, sino que también eleva los costos de vida para los consumidores. Los ciudadanos, que en su mayoría son trabajadores que luchan por llegar a fin de mes, se enfrentan a la dura realidad de tener que elegir entre lo esencial y lo superfluo. Este fenómeno pone de manifiesto la fragilidad de una economía que debería ser vibrante, pero que ahora se encuentra sofocada por la falta de divisas y un sistema financiero que no parece estar a la altura de las circunstancias.

La escasez de dólares es una tragedia que va más allá de la simple falta de moneda; es un reflejo de políticas ineficaces y una estructura económica que no logra adaptarse a los tiempos modernos.

En un país donde la dependencia de importaciones es alta, la falta de divisas se convierte en un arma de doble filo que empuja a los consumidores a una espiral de pobreza y desesperanza. Las familias alteñas se ven atrapadas en un ciclo de recortes, en el que la compra de alimentos y productos básicos se convierte en un ejercicio de malabarismo. En este contexto, la educación de los jóvenes se convierte en un lujo que muchas familias no pueden permitirse, comprometiendo así el futuro de una generación.

Es inaceptable que el gobierno siga mirando hacia otro lado mientras la situación empeora. No se pueden ignorar las consecuencias de una economía en crisis, y es hora de que se tomen medidas contundentes y efectivas. La promoción de la producción local y el impulso de políticas que favorecen la inversión son urgentes y necesarias. Sin embargo, se requiere un compromiso genuino por parte de las autoridades para hacer que estas propuestas se materialicen. La inacción y la indiferencia solo perpetuarán una crisis que afecta a todos, desde los comerciantes hasta las familias más vulnerables.

La resiliencia del pueblo alteño es admirable, pero no debe ser una excusa para que el gobierno continúe con una gestión deficiente. Es fundamental escuchar su voz y reconocer sus necesidades. La comunidad demuestra en múltiples ocasiones su capacidad de adaptación, pero esta vez la situación es crítica y requiere soluciones audaces.

Es hora de transformar la narrativa de escasez en una de oportunidades, donde la economía local florezca y los ciudadanos puedan aspirar a una vida digna.

A modo de conclusión, la escasez de dólares en Bolivia no es solo un desafío económico, es una muestra de la crisis social que exige atención inmediata. La falta de políticas efectivas y el abandono de las necesidades de la población solo agravan el sufrimiento de quienes luchan día a día. Es momento de que las autoridades asumen su responsabilidad y se comprometen a construir un futuro más prometedor para El Alto y para Bolivia. La transformación no será fácil, pero es imprescindible para asegurar que la historia de esta ciudad no esté marcada por la escasez, sino por la prosperidad y la esperanza.