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CHUQUIAGO (Antonio Eguino, 1977)

  • Foto del escritor: Silvia Natividad Chipana Tintaya
    Silvia Natividad Chipana Tintaya
  • 1 dic 2024
  • 2 Min. de lectura

Crítica

Por: Lilian Rosario Paye Mamani


Antonio Eguino, figura clave del cine boliviano, plasma en Chuquiago una radiografía social de la ciudad de La Paz durante la década de los 60. Con una narrativa compleja que entrelaza historias, la película aborda temas como la desigualdad de clase, las tensiones étnicas y las luchas de género en un contexto político dominado por la dictadura de Hugo Banzer.

 

A través de los relatos de Isico, Johnny, Carloncho y Patricia, Eguino construye un análisis multifacético de Chuquiago Marka. Cada personaje representa una dimensión de la sociedad boliviana, un niño campesino, lucha por integrarse a la vida urbana, Johnny un joven mestizo rechaza su identidad indígena, Carloncho encarna el privilegio masculino en la burocracia y Patricia, una estudiante de clase alta, se enfrenta a los dilemas entre sus ideales revolucionarios y las expectativas familiares.

 

Esta decisión contrasta con el enfoque militante del Grupo Ukamau, liderado por Jorge Sanjinés, y amplía el alcance de la película hacia un público más amplio, alejándose de un cine explícitamente ideológico.

 

En contraste con Pueblo Chico (1974), Chuquiago da un mayor protagonismo a los personajes femeninos. La chola citadina en la historia de Isico y la madre de Johnny, aunque reflejan roles tradicionales, destacan por su fortaleza y resiliencia. Por otro lado, Patricia rompe con los estereotipos de género al convertirse en un símbolo de las contradicciones de su generación: su transformación de joven acomodada a militante revolucionaria, seguida por su rendición ante las presiones sociales, revela los desafíos que enfrentan las mujeres en una sociedad patriarcal.

 

Contradicciones masculinas


Los personajes masculinos, en su mayoría, representan las fallas estructurales del sistema. Carloncho simboliza el machismo cotidiano y la corrupción en la administración pública, mientras Johnny refleja la desequilibrio de una juventud que rechaza su identidad cultural para encajar en un modelo de modernidad que excluye al indígena. Estas contradicciones refuerzan la crítica de Eguino hacia las estructuras de poder que perpetúan las desigualdades.

 

Una obra vigente y necesaria


A más de cuatro décadas de su estreno, Chuquiago sigue siendo un referente del cine boliviano por su capacidad de retratar una sociedad marcada por tensiones aún presentes. Aunque evita un discurso abiertamente revolucionario, su valor radica en la sutileza con la que aborda temas universales como el racismo, la desigualdad de género y las aspiraciones personales frente a las imposiciones sociales.

 

Antonio Eguino nos entrega una obra que, más que una crítica directa, es un espejo que obliga al espectador a confrontar las desigualdades que persisten en Bolivia. Su vigencia radica en esta capacidad de interpelar, dejando una pregunta que resuena hasta hoy. 


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