Provincia Muñecas: Belleza y Riesgo en Época de Lluvias
- Alejandra Ticona Sea
- 27 nov 2024
- 3 Min. de lectura

Por: Rosa María Mamani Coarite
El Alto, 27 Nov. (Noticias Con Altura).- Era una mañana nublada cuando decidimos emprender nuestro viaje a la provincia Muñecas, un lugar que siempre había estado en nuestra lista de destinos familiares. La época de lluvias había comenzado, y con ella, la promesa de un paisaje verde y exuberante. Sin embargo, el camino hacia Muñecas era conocido por su peligrosidad, especialmente durante esta temporada.
Viajamos en una movilidad de la terminal interprovincial que nos llevaría a nuestro destino, estaba llena de energía familiar. Risas y conversaciones llenaban el aire mientras nos acomodábamos en los asientos. La ruta se presentaba estrecha y serpenteante, rodeada de montañas imponentes que parecían observarnos con desdén. Sabíamos que el trayecto sería complicado, pero la emoción de descubrir nuevos lugares superaba cualquier temor.
A medida que avanzábamos, la lluvia comenzó a caer con más fuerza. Las gotas golpeaban el techo del minibús como un tambor constante, creando una melodía que acompañaba nuestras conversaciones. Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que el clima no era nuestro único desafío. El camino se tornó resbaladizo y peligroso. Las curvas cerradas y los barrancos al costado parecían más amenazantes con cada kilómetro recorrido.
En un momento dado, el conductor nos advirtió que debíamos estar preparados: “Es posible que tengamos que hacer algunas paradas”, dijo con una mezcla de seriedad y confianza. Y así fue. A medio camino, la movilidad se detuvo abruptamente. La inclinación del terreno y la lluvia habían hecho que la situación se volviera crítica. Algunos pasajeros comenzaron a murmurar entre ellos, visiblemente nerviosos.
“Es mejor que bajemos”, sugirió un hombre mayor sentado al frente. “No quiero arriesgarme a caer por el barranco”. Su voz resonó en el interior del vehículo, y pronto todos estuvimos de acuerdo. Uno a uno, comenzamos a descender del minibús, sintiendo la tierra resbaladiza bajo nuestros pies. La adrenalina corría por nuestras venas mientras nos alejábamos del vehículo, dejando atrás nuestras pertenencias temporales.
Una vez en tierra firme, el panorama era impresionante. La lluvia había transformado el paisaje en una obra maestra de verdes intensos y cielos grises. Sin embargo, el peligro seguía presente; el ruido del agua corriendo por las rocas cercanas era un recordatorio constante de lo frágil que era nuestra situación.
Mientras esperábamos que el conductor evaluara el estado del camino, comenzamos a charlar y reír entre nosotros. La tensión se disipó lentamente, y en su lugar surgió una sensación de camaradería. Era un momento inesperado de conexión familiar en medio de la adversidad. Contamos historias, compartimos anécdotas y disfrutamos de la compañía mutua.
Finalmente, después de unos minutos de deliberación, el conductor decidió que era seguro continuar. Regresamos ala movilidad con una mezcla de alivio y emoción. El viaje continuó, pero ya no éramos los mismos; habíamos compartido un momento que nos unió aún más como familia.
A medida que nos acercábamos a Muñecas, las nubes comenzaron a despejarse. El sol asomó tímidamente entre las montañas, iluminando nuestro camino y prometiendo nuevas aventuras. Al llegar a nuestro destino, nos sentimos agradecidos no solo por haber llegado sanos y salvos, sino también por la experiencia compartida en ese viaje arriesgado.
La provincia Muñecas nos recibió con los brazos abiertos, y aunque el camino era peligroso y lleno de incertidumbres, la unión familiar y la belleza del paisaje hicieron que cada desafío valiera la pena. Así fue como aprendimos que, a veces, los mejores recuerdos se forjan en los momentos más inesperados y difíciles.
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