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Entre montañas y surcos

  • Foto del escritor: Silvia Natividad Chipana Tintaya
    Silvia Natividad Chipana Tintaya
  • 1 dic 2024
  • 3 Min. de lectura

Crónica

Por: Lilian Rosario Paye Mamani


Un fin de semana entre el campo y la ciudad


El reloj marcaba las 3:00 de la madrugada del sábado 19 de octubre de 2024, cuando me levanté del calor de mi cama en El Alto. El aire frío de la madrugada, recordándome que el día sería largo. Mi madre y yo nos preparamos rápidamente, pues nos esperaba un viaje hacia Pujraca, un pequeño pueblo en la provincia Camacho, en la ciudad de La Paz, donde nos aguardaban las tierras familiares para la siembra.

 

Con mi mochila lista y el sueño aún presente, caminamos hasta la avenida de la parada ocho. La oscuridad era profunda y el silencio solo se escuchaba nuestros pasos. A las 4:10 am llegamos a la terminal interprovincial. Tomamos una movilidad que pasaba casi a la altura de Pujraca que partió a las 4:40 am. rumbo a nuestro destino.

 

En el trayecto fue largo que hasta me quede dormida y entre sueños cortos y paisajes, el tiempo pasó rápidamente. Al abrir los ojos, la mañana ya había avanzado. Llegamos a Pujraca a las 10:00 am. Desde allí, con mi madre teníamos que caminar a pie hasta la casa de mi padre, ame  la naturaleza y el canto de los pájaros, el aire puro y los árboles verdes sentía qué nos daban la bienvenida.

 

Al llegar, no hubo tiempo que perder. Mi madre se puso a trabajar de inmediato, y yo me encargué de preparar las papas para la siembra bajo el sol del mediodía. Después de almorzar a las 12:15 pm, me e unido al trabajo del sembrado de las lechugas, cebolla y un poco más de papa en el terreno de mi padre. La tierra húmeda bajo mis manos y el esfuerzo compartido con mi madre hicieron que el cansancio pareciera un pequeño precio por el futuro que estábamos sembrando.

 

Cuando el sol comenzó a ocultarse tras las montañas, regresamos a casa. A las 6:30 pm, con las manos aún manchadas de tierra, cené algo sencillo pero reconfortante. La fatiga del día me venció y a las 9:00 pm. caí rendida.

 

El domingo 20 de octubre, me levanté a las 7:00 am. con la claridad del día iluminando el paisaje rápidamente desayuné y volví al trabajo a sembrar hasta las 10:30 am. Después de eso fui a regar las verduras y las papas que habíamos plantado el día anterior. El agua fresca corría por los surcos y dejando  bien regado para que crezca fuerte el sembradío ya que necesita una nutrición equilibrada con el clima.

 

A las 11:30 am tenía que partir regresando a casa a la ciudad de El Alto con la tarea cumplida, me dirigí a la carretera esperaba con mi mamá que haya una movilidad que justo tomamos un minibús a la hora 11:55 am y durante el trayecto de regreso, el cansancio se mezclaba con la satisfacción de un fin de semana productivo. Llegué a El Alto a las 3:55 pm y finalmente a casa a las 4:30 pm.

 

 Volver al campo siempre me recuerda donde falleció mi padre y me recuerda el valor del esfuerzo y la dedicación. A pesar del cansancio, regresé feliz, con la certeza de que el trabajo de nuestras manos nutre al sembradío de cada alimento que consumimos.

 
 
 

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